“T’hi esperem a bord”

Carpincho

¿Qué se te viene a la cabeza cuando escuchas “La Festa de la Pesca”? ¿Es posible que esta práctica tenga una celebración? Aunque sea algo que parezca impensado, esta legendaria actividad, tiene muchas tradiciones y legados que aún hoy se tratan de mantener en el barrio de la Barceloneta. 

El Museu Marítim de Barcelona tiene la costumbre de celebrar esta fiesta, casi siempre una vez al año, como forma de fomentar el conocimiento sobre la actividad pesquera del barrio, los diferentes roles y acercar a la pesca a quienes quieran concurrir a una experiencia diferente. 

El primer sábado de noviembre fue el día elegido de este año para llevar a cabo esta conmemoración, también como cierre de la exposición “Jo de petita siempre anava al moll”, una muestra que surgió, desde la dirección de cultura y educación del museo, con la recolección de relatos de diferentes personas vinculadas al barrio y a la pesca. 

A las 11 am se abrieron las puertas del museo, y apenas se entraba al establecimiento, lo primero con lo que te encontrabas, al pasar la puerta de cristal de la entrada, era la muestra. Estaba compuesta por murales de color arena, con rectacgulos plastificados en color blanco que simulaban ser de madera, y en la parte inferior estaban dibujadas unas olas en un turquesa oscuro, con fotos y explicaciones de cada uno de estos murales que contenía un tema específico de la muestra. 

Mireia Mayoles, directora del Departamento de Cultura y Educación del establecimiento, nos contó que “para el Museo Marítimo fue un gran trabajo, porque nos permitía conectar con la comunidad de la Barceloneta” y agregó “queríamos hacer una exhibición que visibilizara a la mujer en el mundo de la pesca, pero terminamos trabajando desde los objetivos de desarrollo de la pesca sostenible, donde también entra la cuestión de género”.

Mientras se recorría la muestra, se podía conectar con aspectos que no son visibilizados en la relación que se hace con la actividad, como la participación de los inmigrantes africanos en los buques y las creencias y supersticiones que se siguen perpetuando de generación en generación, y en las que también entra en juego la mujer. “Muchas biólogas marinas, cuando suben a un buque, han tenido que escuchar que si no se pescaba nada, era culpa de ellas, porque le traían mala suerte a la embarcación” explicó Mireia como una de las creencias que se siguen escuchando a bordo. Otro de los mitos de la pesca, es el de pensar que solo pueden ser pescadores, personas que descienden de familias pesqueras, cosa que en la actualidad es un problema porque hay menos mano de obra porque a muchos descendientes de estas familias, ya no les interesa seguir con el negocio.  

Una vez que se terminaba de recorrer la atracción principal, una se encontraba con una pequeña muestra que tenía conexión tanto con el museo, como con la temática de la fiesta. Se trataba de algunas de las ilustraciones pertenecientes al libro “La iaia Velleta y El Suquet de Peix de la Barceloneta”, un cuento infantil creado por Ana Ayala y Vendela Vrensk. Cuentan la historia de la iaia Velleta y su biznieta Gala, que viven en el barrio de la Barceloneta, y que juntas se aventuran recorriendo la zona, mientras recolectan los ingredientes para la sopa típica, pero también tratan temas como la pesca sostenible, la contaminación y las tradiciones del barrio. Dentro de la fiesta las autoras daban charlas sobre la historia y la creación del libro cada media hora. “Queríamos transmitir un poco los lazos que se generan en la familia, y cómo dar continuidad a una receta típica” nos comentó Ana Ayala escritora del cuento. 

En los últimos 10 años hubo un aumento en la cantidad de turistas que llegan a Barcelona, principalmente en los meses de verano, y que arrasan con todas las tradiciones de los barrios como la Barceloneta. Ana nos explicó “llevamos unas temporadas con procesos de gentrificación, que están intentando, a lo mejor, que gente propia del barrio vaya siendo expulsada” sobre los problemas actuales en la Barceloneta con los costes de alquileres, que se inflan por el turismo. 

El recorrido de la Festa no terminaba ahí, continuaba en el patio del museo donde había diferentes actividades para realizar. Principalmente, eran juegos para niños de entre 3 y 12 años, todos con la temática de la pesca, para acercar a los más chicos a aprender sobre la actividad. Podías pescar peces y catalogarlos, dibujar, armar rompecabezas, aprender sobre la profundidad del mar, escuchar cuentos, o aprender a arreglar una red de pesca. 

Cubierto por un cielo despejado y acompañado de un sol cálido, el jardín se volvía un lugar especial para esta celebración. Los rayos del sol eran detenidos por las copas de los enormes árboles que tiene este espacio, acompañado de un suelo de adoquines, parecía estar cerca del puerto cuando te subías a alguno de los juegos con forma de barco, y se estaba listo para zarpar. Una elegante cafetería de cristal permitía tomar algo típico del barrio, mientras eras partícipe de las actividades. A un lado del patio se encontraba un segundo edificio con forma de antiguo castillo, que tenía otras exhibiciones del museo, y también donde se podía asistir a la lectura de cuentos. Entre niños, corriendo, risas y mucho pez, los padres disfrutaban también de compartir con sus hijos la oportunidad de aprender sobre un barrio y una actividad que poco a poco se dejó de lado. 

La organización tenía una mesa específica donde repartían de forma gratuita los tickets de colores según la actividad que elegías hacer, para controlar la cantidad de niños según el stand, y ordenar los horarios de los juegos. 

Eran casi las 12 y media cuando en una silla ubicada en el patio, próximo a los Stands, se encontraba Cristina Caparrós, la patrona de dos buques, descendiente de familia de pescadores, cortando una red de pesca y preparando la actividad que dirigía. “Para mí es muy importante y me siento orgullosa de haber podido dar esa visibilidad a la comunidad, y también sentir el Museo Marítimo como nuestra casa”. Ella también dirige la asociación Cap A Mar, que se especializa en la conservación y difusión de la tradición pesquera, el turismo responsable y fomentar la pesca sostenible. “Antiguamente, era una comunidad muy potente y muy grande, que entre los vecinos se dividían las tareas, cómo reparar las redes entre las mujeres en la calle, vender el pescado, o dejar el buque listo para zarpar. En la actualidad el barrio ya no tiene la comunidad como tal, porque somos muy poquitos los que vivimos acá, estamos muy invisibilizados y eso dificulta seguir con esa tradición”. 

Para cerrar la fiesta, a eso de las 13:40, había una visita guiada de la exposición principal, dirigida por Mireia, donde explicaba el punto de cada mural, la importancia de los diferentes aspectos de la pesca, y parte de las historias que habían recolectado.

El reloj estaba por dar las 14 horas, era el momento de almorzar y reunirse en familia, para comer un pescado típico como el Lenguado, acompañado de un vermut para los mayores y de gaseosa para los más pequeños. 

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